martes, 10 de diciembre de 2013

Hipocresía.

   Inspiras. Espiras. Es un método antiestrés. Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac. Siempre lo mismo. ¿Latidos del corazón o un maldito reloj de bolsillo? Qué más da. Al fin y al cabo no somos más que piezas, pequeños engranajes y tuercas que forman parte de esta sociedad.
   Suciedad.
   Escuchas sus risas. Esas risas estridentes que no suenan a nada, que están más que vacías. Y sus halagos sin valor alguno que sacan de una maldita página de internet. Sus palabras recién pronunciadas por sus lenguas ponzoñosas de víboras. Pájaras. Falsas. Hipócritas. Todas ellas y ellos. Jodida hipocresía, ni siquiera ellos se soportan.
   Mírales, como se ríen, aquellos que no han osado a abrir nunca su mente. Mírales, aquellos que no han tocado nunca un libro. Mírales, aquellos que no recuerdan ni su esencia cuando se miran al espejo. Mírales, fíjate bien, porque sus burlas caerán sobre ti.
   Recuérdale a él, que malgastaba y empeñaba sus días tirado en la cama. Él, que no soportaba sus miradas. Él, que cayó de lleno en su trampa, aquella de la que no pudo escapar, de la que nadie escapa. Él, que cambiaba sus euros por cromos cuando ellos ya lo hacían por porros y pasaban a mirarle raro. Él, que aguantó cada burla por no ser como ellos. Él, que prefería estar solo a rodeado de gente. Él, que lloró con la luz apagada cuando le pegaban por hacerlo cara a cara. Él, que recibió todos sus golpes sin ni siquiera un poco de ayuda. Él, que vivió para amargarse. Él, que no quería ser como ellos. Él, que cada vez que se miraba al espejo no podía estar orgulloso de sí mismo. Él, que acabó odiándose más de lo que lo hacían ellos.
   Y vosotros, capullos, ¿qué pensáis ahora? Jugáis a ser Dioses dentro de un maldito juego que se os escapa de las manos, que os viene demasiado grande. Manipuláis a la gente, las queréis hacer a vuestra puñetera imagen y semejanza, creyéndoos superiores, cuando no sois más que los esbirros de satanás. Vosotros, que lo convertís todo en una maldita secta. Vosotros, asesinos de ilusión, jugásteis a eliminar el color de sus rosadas mejillas, cambiarlas a enrojecidas soportando vuestros tortazos. Vosotros, malditos hipócritas, que os hacéis llamar personas, que hacéis daño con cada una de vuestras malditas palabras.
   Ahora. Ahora, ¿qué coño haréis? ¿Llorar su puta muerte como si fuera necesario? Malditos, no merecéis ni el más mínimo de los perdones. Jugásteis a ser poseedores de la vida, arrebatándosela a todo aquel que deseaba vivirla. Arrebatadle la ilusión y las ganas de vivir. Y luego exculparos de todo sonriendo, porque: "Joder, ¡fue culpa suya! El muy capullo decidió suicidarse en vez de echarle un par de huevos." Y qué mierda sabréis vosotros de valentías, sanguijuelas, que le chupastéis la sangre hasta dejarlo vacío. Cobardes, que huís a las sombras cuando el sol empieza a ponerse y no tenéis a donde ir. Hipócritas, que publicaréis en su muro frases de despedidas repletas de un falso dolor. Que saltó él al vacío, pero vosotros le colocásteis la soga al cuello.
   Ellos, malditos sean todos. Con sus sonrisas falsas, esperando a que seas descuidado para mandarte bien lejos. Ellos, faltos de humanidad, cuya moral deja tanto que desear. Si por lo menos tuviesen un corazón más grande, en compensación con su falta de cerebro... Y me pregunto cómo alguien puede amarlos. A aquellos hipócritas que se encargan de hacer tu vida más miserable de lo que podría ser ya de por sí. Me pregunto qué pasaría si el mundo fuese ciego. ¿A quién le importaría tu cara bonita entonces, pedazo de capullo? Dime quién te amaría si conversar con una maceta fuese más productivo.
   Pero supongo que de esto trata todo. De hipocresía.
   Por eso, tú, no tengas tus propios gustos. Déjate hacer y modelar a su maldita imagen y semejanza. Deja que te controlen y te adapten a su entorno, de malditos animales salvajes, cerebros en proceso inicial de evolución. Déjate de lado. Ódiate. Sí, ni tú mismo te soportes. No seas como él. No tengas ideas y gustos propios. Sé como ellos. Únete a sus risas vacías. A sus burlas contra alguien como él. Ódiale sin motivo alguno. Envenena sus ilusiones con tu lengua ponzoñosa. No intentes entender por qué esto es como es. No intentes entenderme a mí. No intentes entenderle a él. No intentes ayudarme a huir. No intentes salvar a nadie como él. No podemos salvar a nadie. Y mucho menos te intentes engañar. Ninguno de nosotros se salvará si seguimos como ahora.
   No te conviertas en él. Conviértete en ellos.
   Al fin y al cabo eres un engranaje más en su falso mundo perfecto.
   Y no queremos que los engranajes acaben rotos.
   Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.