domingo, 1 de junio de 2014

Carta nº 78: A la inocencia perdida.

  Te vi la otra noche. A trompicones danzabas en la oscuridad. En aquellas tinieblas, que no parecían darte miedo, y sin embargo a mí, me inquietaban por momentos.
  Te vi bailar, y saltar, tal vez fuese lo mismo. No parecía importarte demasiado.
  Disculpa, pero te seguí. Me gustó tu forma de disfrutar de la oscuridad.
  Y sin darte cuenta me llevaste, oh tú, pequeña criatura infernal, a esa isla donde se pierden todas las cosas. La gente tiende a llamarla Nunca Jamás. Cierto es que no vi nungún niño perdido, estarían jugando todos a papás y a mamás. Y Peter, que a veces no recuerda ni dónde vive, bueno, a ese, mándale recuerdos de mi parte, aunque luego lo vaya a olvidar.
  Pero volviendo al caso. Pequeña, lo cierto es que fue divertido. Te gustaba tropezar. Eso que ahora lo vemos siempre como un bache en el camino, y nunca conseguimos dejarlo del todo atrás. Tranquila, lo aprenderás cuando hayas crecido. Pero me gustaba tu forma de reaccionar. Como si no fuese más que un charco que saltar, y si te salpicas, pues luego se quitará, al fin y al cabo no son más que manchas en forma de cicatrices. O viceversa.
  Era divertido aprender a arriesgar.
  El viento jugueteaba con tus cabellos cortos, y parte de mí se murió de envidia al no tenerlos que peinar. En aquel lugar, así, nadie te miraba mal.
  Debo destacar cuando te encontraste con esos juguetes rotos y te sentiste mal. Como si te recordasen a un futuro incerto que aún no iba a llegar. Para ti nunca va a llegar. Te quedarás allí, en aquella lejana isla donde todo lo que se pierde va a parar.
  Y creo que entiendo a Peter Pan, y te entiendo a ti, pequeña, cuando te limitas a decir la verdad, y rompes a llorar cuando ves una injusticia. Cuando no temes quedarte en silencio. Te prometo que esas serán las últimas lágrimas que vayas a derramar.
  Quédate allí, perdida y a salvo. Cuídate, resguarda tu calidez. Yo protegeré tu sonrisa. Espero me disculpes, no me gusta la idea de dejarte sin más. Pero sólo allí te podré encontrar.
  No hay nada peor que echarse de menos a uno mismo.
  Valiente mierda. No sé ni cómo escribirte, puesto que lo perdí todo al abrir los ojos. Y me sentí mal.
  Como si hubiese perdido algo importante para mí, sin saber el qué.
  Como si hubiese perdido a alguien.
  Como si lo hubiese perdido todo.