lunes, 27 de agosto de 2012

Silence.

   A veces el silencio no es la mejor opción. Dicen que solo hay uno, que es fácil. Mienten.

   Hay silencios divertidos, en los que intentas aguantar la risa; silencios absurdos, que no deberían estar ahí;  silencios incómodos, en los que no sabes si irte o quedarte; silencios de absoluto orgullo, en los que desearías poder decir "te echo de menos, lo siento". Silencios que esconden palabras, sonrisas, sentimientos. 

   Nos empeñamos muchas veces en romperlo, cuando no es necesario. Cuando estamos con la persona que queremos, y no necesitamos palabras, cuando una mirada y una sonrisa lo dicen todo. 
Pero sin duda, el peor silencio es el que ya no puedes romper, el que está dentro de ti. Se pasó el tren, perdiste la oportunidad. Lo que tenías que decir ya no importa, no tiene relevancia. 
Vivo por fuera, muerto por dentro.
¿No parece agradable, eh?
No lo es.
Y todo por callarte ese maldito "te quiero". O cualquier cosa que desearías haber dicho. Se lo tragó el silencio y el tiempo se encargará de guardarlo fuerte en tu cabeza. Y tendrás que vivir con ello.
El silencio no es malo, solo que hay que saber cuando romperlo. No te equivoques, no te precipites, solo escucha. Y cuando llegue el momento de hablar, lo sabrás.

   Y decían que el silencio era sencillo.

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