Es curioso, una vez pensé que sin ti moriría, y aquí sigo. Bañando los recuerdos en un vaso de vodka, ahogando las penas que no paran de multiplicarse. Es difícil explicar lo que era que el mundo se me cayera encima cuando te veía marchar, pero aún lo es más ahora que lo has hecho sin ni siquiera mirar atrás. No te has detenido ni un segundo a pensar en lo que hacías, te pusiste una venda en los ojos y caminaste hacia delante, dejando atrás el pasado.
Quién diría que nuestro presente se antojara ahora tan lejano.
Que las sonrisas que reservábamos para después han caducado, y que no hay ticket de devolución.
Que el futuro que escribimos en una vieja lista de la compra acabó en la misma caja donde metiste todos tus sentimientos y lanzaste al vacío sin piedad. Y que mi corazón iba dentro.
Lo peor son las noches, cerrar los ojos y ver que no hay nada, que aquellos sueños se han ido sin dejar rastro. Como tú.
Que te has llevado mis lápices de colores con los que pintabas cada día de un color distinto, esperando verme sonreír. Y ahora levantarme cada mañana me pesa una tonelada.
Que difícil es aguantar la sonrisa aunque sea de verdad. Aguantar las lágrimas delante de un público que solo espera verte fallar. Tener que levantarme sin tu ayuda.
Y no quiero joder, no quiero volver a llorar. Aquel extraño lleva tu olor y cerrar los ojos e imaginarte es inevitable. Sin duda fuiste un error, pero no dudes que fuiste mi error favorito. Y que si tuviera la oportunidad de borrar todos esos recuerdos y momentos vividos, los dejaría todos intactos. Que sigo viva, sí, pero es que lo mismo que me mata es lo que me hace fuerte y me ayuda a levantarme cada mañana.
Tu recuerdo.
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