Tic, tac.
Lo latidos de su corazón nublan todos sus sentidos. Palpitantes, resuenan en sus oídos. Como un reloj, marcando los segundos que permanece en oscuridad.
Tic, tac.
<<Joder, para ya.>>
Se levanta con el pelo alborotado, colocándoselo mal con los dedos, pues están acostumbrados a otro tacto. A unas manos grandes y suaves, que peinaban y despeinaban en el intento. Y con el tacto de su dueña se revelan, porque no soportan la oscuridad que emana de ella.
Tic, tac.
Se prepara una taza de café, preguntándose si mañana le sabrá igual de amargo que ayer, por mucha azúcar que le eche.
Pero más se pregunta, si no será su boca la que se niega a aceptar otro sabor que no sea el de sus labios.
Tic, tac.
Se sienta en una vieja silla de madera que cruje bajo el peso de su cuerpo cansado. Y no es que pese mucho, es que sus males le pesan y la hacen envejecer. Mantiene la taza de porcelana entre sus manos, con los dedos entrelazados. <<Alguien tendrá que hacerlo>>, piensa, mientras traga saliva con dificultad.
Toc, toc.
Eso no ha sido el reloj. No se levantaría si no fuese por la intensidad de sus latidos, que ahogan sus penas durante unos segundos, y la ayudan a ir hacia la puerta.
Toc, toc.
<<Ya va, ya va>>, pero no lo dice. Se quedó muda, piensa, la noche anterior. Y todos los días piensa lo mismo.
Toc, toc.
Abre la puerta, y la taza de porcelana cae a sus pies. Y el café ardiendo le salpica los tobillos, y suelta un gruñido, pero más de satisfacción que de dolor. O quizás sea al revés. No sabe. O tal vez sí. Porque sigue viva.
Y él ha vuelto.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.
Los latidos del corazón resuenan con fuerza y velocidad en sus oídos.
Se aferra al marco de la puerta para no caerse.
<<Joder, joder.>>
Parpadea, presa del miedo, de que sea una ilusión. Su mente le puede jugar malas pasadas.
Pero él sigue ahí. Sonriente, susurrando su nombre. Como si nunca se hubiese ido.
Se aferra a su camisa y a sus brazos, ya que su tacto es más suave que la madera. Que la tela. Que el algodón.
Lo abraza con fuerza. No, fuerza no es adecuado.
Desesperación, temor, amor. Eso es.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.
<<No te vayas, por favor, no te vayas.>>
Y sin darse cuenta ha ido alzando la voz, casi gritando se lo susurra al oído. Son sus primeras palabras en varios días, semanas, tal vez meses. ¿Qué más da? Son verdades que el alma taciturna y oscura deja escapar.
<<Lo siento>>, le susurra él, y el cosquilleo que le hace en la oreja, baja por su columna como un escalofrío.
Se estremece.
Llora, dejando escapar el nudo de su garganta. Soltando todo lo que llevaba reteniendo durante meses.
Que pesada carga puede ser el silencio.
Tic, tac.
Abre los ojos. La taza de porcelana descansa sobre sus dedos entrelazados, como cada día.
Se levanta y tira el café entero por el fregadero, como cada día.
Suspira y deja escapar un par de lágrimas que no llegan a alcanzar el final de sus mejillas.
No sabe ya, de tanto pensar, si lo ha vivido o lo ha vuelto a imaginar.
Qué más da.
Se dirige a su habitación, y apaga la luz. Mejor será dormir. A las nueve de la mañana se levanta y a y media se vuelve a acostar, como cada día.
<<Quizás mañana ya...>>
Tic, tac.
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